Si
 fue un partido entre dos candidatos a luchar por el ascenso a Primera, 
no lo pareció. Córdoba y Elche defraudaron considerablemente. Fue un 
partido tostón. El botín fue para el conjunto visitante porque Carles 
Gil (¡vaya jugadorazo!) aprovechó muy pronto la primera y casi única 
oportunidad que tuvo. Los locales apenas encontraron argumentos de 
respuesta. Tuvieron un mal día, muy mal día. El equipo estuvo espeso, 
impreciso, falto de ritmo y sin profundidad. 
El resultado del 
despropósito fue que el Elche consiguió ganar por la mínima (0-1) y 
profanó el reino blanquiverde. El fortín de El Arcángel se derrumbó casi
 11 meses después de la última derrota ante el Deportivo de la Coruña 
(un 0-2 el 22 de octubre de 2011). Como consecuencia, Rafael Berges y su
 equipo perdieron la condición de invictos.
El
 Córdoba fue fiel a su estilo. El Elche, también. Los blanquiverde 
tuvieron el balón (66% de posesión), pero les faltó calma y verticalidad
 para manejarlo con acierto y hacer daño. El equipo estuvo fallón, 
especialmente en la primera mitad. Las cifras siempre lo dicen todo. 
Tuvo 96 pérdidas del esférico. Una barbaridad. El Elche marcó y estuvo 
como pez en el agua. Puso muchos hombres por detrás del esférico, paró 
cuanto pudo el juego y buscó (no encontró) el contragolpe.
El
 conjunto de Rafael Berges cayó en la trampa de jugar el partido que más
 le gusta al Elche. Cierto es que el rival encontró muy rápido el camino
 del gol y eso le permitió apostar radicalmente por su estilo. Carles 
Gil destrozó la defensa mientras estuvo sobre el campo. El mediapunta 
abrió el marcador a los ocho minutos aprovechando una indecisión de la 
zaga local por el costado derecho. El desgraciado arranque se completó 
con la lesión de Fuentes. Entró Dubarbier, que aún está años luz física y
 mentalmente de cómo acabó el curso pasado.
El
 Córdoba quiso poner más ritmo. Fue incapaz. Sus errores en la entrega 
se lo impidieron. Todos los medios, a excepción de López Garai, cayeron 
en el error de abusar de la conducción en lugar de apostar por el pase. 
Las pérdidas se multiplicaron. El Elche se empotró en su área. Estaba 
cómodo, muy cómodo. Al menos, el Córdoba le impedía montar su letales 
contras. 
El bloque ilicitano trabó el choque todo lo que pudo. Perdió 
tiempo, hizo salir la camilla mil veces y sus jugadores se desplomaban 
en cada acción. Los locales se desquiciaron. Y se reflejó en el juego. 
El Córdoba sólo se acercó a la media hora en una asistencia de Dubarbier
 a la que no llegó Patiño por centímetros y en una pérdida del portero 
ilicitano que no pudo definir el delantero madrileño. Un par de 
llegadas, pero ningún tiro a puerta antes del descanso. 
Berges
 avanzó a Abel y retrasó a Caballero en el segundo acto. El Córdoba se 
tomó la creación con más calma. A ratos, la circulación fue más fluida. 
 Mejoró la imagen. De inicio se aventuró un equipo más parecido a sí 
mismo. El Elche respondía con seguridad. Su defensa fue sobresaliente. 
Ni Patiño, ni Joselu, pese a su intensidad, ni Pepe Díaz, por ganas y 
corazón, consiguieron arañarle. Rivera y Generelo hicieron un trabajo de
 destrucción descomunal. 
El
 Elche paró mucho el partido, pero su defensa fue bastante más limpia y 
fácil de lo que pareció. La sentencia la ponen las cifras. El Elche sólo
 hizo 13 faltas por 20 del Córdoba. ¿Quién puede imaginar una situación 
así visto el planteamiento de cada equipo? Ese dato refleja que los 
visitantes defendieron cómodos y muy bien porque los locales fueron 
incapaces de hilvanar juego con sentido y regularidad, desbordar por las
 bandas o lograr la más mínima profundidad. 
Manu
 Herrera estuvo inédito hasta el minuto 55 que lo probó López Silva con 
un disparo suave desde la frontal. Ese arreón inicial de la segunda 
mitad fue lo mejor de los blanquiverdes. En vista de la falta de ideas, 
el equipo lo intentó a balón parado. Gaspar se entretuvo demasiado en 
rematar (m. 58) tras un córner. 
Berges
 intentó cambiar el rumbo. Primero movió delantero por delantero (Joselu
 por Patiño). El onubense partió con muchas ganas y empuje, pero los 
constructores no ofrecieron nada ayer a los atacantes. El Elche aburría 
con sus desmayos y lograba el objetivo de frenar a los blanquiverdes, 
cada vez más revolucionados.
En
 vista del plano absoluto, el técnico buscó soluciones drásticas en los 
últimos 20 minutos, ya con Albacar, criticado por la grada por su acción
 con Charles el año pasado, en el banquillo. López Silva quiso aparecer 
muy tarde. Puso algo de claridad, aunque sin llegar a poner luz. 
Entonces, Berges quitó a un defensa (Kiko Olivas) por un delantero (Pepe
 Díaz). Con defensa de tres, tampoco hubo peligro.
El
 tiempo corría mientras ganaba poso una sensación de impotencia 
desconocida en El Arcángel. López Garai comenzó a mandar balones en 
largo, lo que facilitó la labor de contención ilicitana. Y el fortín se 
derrumbó. Hay que mejorar. Con calma, eso sí. Sin estridencias. Ayer 
ganó el líder, no lo hizo un cualquiera. En tres días hay revancha. 
Llega la Copa del Rey.
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