Un futbolista cuya sola presencia cambie el devenir de un encuentro es algo que se paga a precio de oro. Fede Vico va camino de eso, de ser el próximo negocio redondo del Córdoba de Carlos González. Todo el mundo lo señala como uno de los jugadores más prometedores del panorama nacional y quien más y quien menos se aventura a decir que ésta será su última campaña como cordobesista. Pero el problema es que si sigue a este ritmo, lo mismo ni la termina.
Quizás influenciado por lo que vivió en primera persona el miércoles, al codearse con D10S Messi, el canterano decidió que ayer el día para explotar definitivamente. Para continuar con la progresión mostrada en las últimas semanas y que le ha otorgado un puesto fijo en el equipo de Rafa Berges. En los entresijos donde hace cinco años y medio se fraguó el último gran éxito del cordobesismo, en ese templo que es El Alcoraz, Fede decidió que a sus 18 años era el momento de echarse el equipo a las espaldas y brindar una exhibición de las que no se olvidan.
Zurdo como el argentino, y como el astro del Barcelona, ha encontrado su sitio en el centro, con libertad de movimientos, haciendo las veces de falso nueve o enganche, cayendo a los costados o apoyando a los pivotes.
Dejándose ver, en definitiva. Cada vez que toca la pelota, las
orejas de los adversarios se ponen de punta. Porque algo va a pasar,
seguro. Porque tiene ese cambio de ritmo, esa velocidad mental y de
piernas que lo hace distinto al resto.
Y ahí, detrás del punta, desde
donde Leo rompió la eliminatoria copera, apareció la perla blanquiverde
para enterrar la mala racha liguera en Huesca y volver a colocar al CCF
en disposición de mirar al play off. Él fue el director de una orquesta
que tocó la sinfonía que llevaba un mes ensayando, una obra de arte a la
que puso la guinda con su primer doblete para cerrar la remontada que
había iniciado antes un Pedro que también brilló con luz propia.
Antes, en la única llegada de los locales, el enésimo despiste defensivo en una acción a pelota parada había dibujado un feo panorama. No por lo que se estaba viendo, sino por la rémora que traía tras de sí un conjunto que apeló a su estilo de toque para ir borrando poco a poco del mapa a su rival, desbordado en todas sus líneas y al que sólo el orgullo y amor propio de estar delante de los suyos le salvó de una goleada.
Antes, en la única llegada de los locales, el enésimo despiste defensivo en una acción a pelota parada había dibujado un feo panorama. No por lo que se estaba viendo, sino por la rémora que traía tras de sí un conjunto que apeló a su estilo de toque para ir borrando poco a poco del mapa a su rival, desbordado en todas sus líneas y al que sólo el orgullo y amor propio de estar delante de los suyos le salvó de una goleada.
Con
apenas cuatro caras nuevas y con el mismo centro del campo que bailó
por momentos al mejor equipo del mundo, el CCF saltó al escurridizo
césped del estadio oscense dispuesto a recuperar sensaciones, convencido
de dar continuidad a lo ofrecido tres días antes en la Copa. Pero se
encontró de salida a un enemigo que mostró una cara más atrevida de la
mano de su nuevo entrenador. El Huesca salía beneficiado de las segundas
jugadas, de un partido sin control, de ida y vuelta. Pero eso, con el
paso de los minutos, fue apagándose.
Apenas duró un cuarto de hora. El
ímpetu, la última bala del necesitado. Porque al final, las gotas de
calidad terminan por imponerse. Y eso que a los blanquiverdes les costó
hacerse con el control. No fue hasta pasar un primer susto con un envío
al área que casi conecta Tariq cuando la pelota empezó a ser propiedad
cordobesista. Por ahí empezó a cavar su tumba el cuadro azulgrana, que
se salvó de primeras por la mala vista del colegiado en una caída en el
área de Caballero, y acto seguido se adelantó tras una cantada de Kiko
Olivas.
Fue el punto de inflexión. Toque de queda para el
vendaval visitante. Carlos Caballero y López Garai controlaron a sus
anchas el centro del campo y, con esa base de operaciones, todo fue
mucho más fácil. Los zagueros oscenses tenían que vigilar los costados,
pero sobre todo el centro, por donde se movía con soltura Fede Vico.
Siempre dispuesto a hacer daño.
Buscando los espacios, sacando las
cosquillas a sus rivales. Y mostrando una zurda que parece que ya se ha
decidido a sacar a pasear. Fue el primero en avisar seriamente a Luis
García, con un zapatazo que hizo temblar el larguero. El segundo fue
Pedro, que encontró la diana con una acción de nueve puro, de hombre de
área. A la media hora, el marcador estaba igualado; no el partido, que
ya se había volcado del todo del lado del Córdoba. El balón era
blanquiverde y eso obligaba al Huesca a jugar casi metido en su propia
área. Engullido por el empuje visitante, cuya capacidad para robar era
insultante, cuya capacidad para crear no encontraba oposición. Era un
baile en toda regla. Un espectáculo digno de ver al que sólo hacía ascos
la equis. Pero parecía cuestión de tiempo.
El paso por
los vestuarios sirvió para que los locales cambiaran de dibujo en busca
del equilibrio perdido. El fuelle apenas les duró un par de minutos. No
había más cera. Todo lo contrario que al CCF. Al revés de lo que podía
pensarse, el esfuerzo hecho el miércoles se tradujo en ganas de agradar.
En espíritu para hacer las cosas bien. El dominio seguía siendo igual
de autoritario. Pero no había forma de pegarle un bocado a la agresiva
zaga azulgrana.
No hasta que en una jugada sin aparente peligro Cristian se inventó un pase en parábola al que Pedro dio continuidad para que Fede Vico pusiera rúbrica. Un golazo de bandera que ya acabó de fundir al Huesca.
No hasta que en una jugada sin aparente peligro Cristian se inventó un pase en parábola al que Pedro dio continuidad para que Fede Vico pusiera rúbrica. Un golazo de bandera que ya acabó de fundir al Huesca.
Quedaba bastante más de media hora, pero ya no hubo
más partido. Ni los cambios de Royo pudieron frenar el aluvión
blanquiverde. Con toque, sin prisa, controlando en zona ancha, sin
problemas atrás, ocupando los espacios... y metiendo un punto de
velocidad en tres cuartos de campo, donde se ganan y se pierden las
batallas.
Siempre con el zurdo de la cantera como protagonista. Ayudando a sacar la pelota cuando había problemas, ofreciéndose para dar opciones al compañero y matando. Porque si lo que le faltaba era gol, ayer lo encontró con un zurdazo raso que cerró el encuentro.
Siempre con el zurdo de la cantera como protagonista. Ayudando a sacar la pelota cuando había problemas, ofreciéndose para dar opciones al compañero y matando. Porque si lo que le faltaba era gol, ayer lo encontró con un zurdazo raso que cerró el encuentro.
Porque con
una ventaja de dos tantos, el Córdoba se dejó ir un poco. Tampoco quiso
abusar de un adversario que lo está pasando mal, que no se encuentra.
Pedro pudo ampliar la goleada tras otro pase genial de Fede, pero quiso
rizar el rizo y perdonó. No hizo falta. Con lo demostrado era suficiente
para que el mundo viera de nuevo que el CCF ha vuelto... si alguna vez
se fue.
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